A la memoria de MarioDía uno. La cita era a las cuatro de la mañana en la puerta principal de la universidad, como se acostumbra en estos casos. Como buenas colombianas, mi compañera y yo, llegamos a las cuatro y quince y para nuestro asombro seis, de los diez que íbamos, ya habían llegado. El grupo estaba compuesto por estudiantes de la UIS de diferentes carreras, cada uno con un objetivo diverso, una idea distinta y una inclinación propia en torno al tema a tratar. Yo no tenía muy claro a qué iba y nunca alcancé a imaginar lo que me encontraría.
Para cuando llegamos a Barranca eran casi las siete de la mañana, todo el viaje estuvo inundado por una intensa neblina y un frío titiritante, que me hizo dudar, en ocasiones, de que fuéramos realmente para uno de los lugares más calientes que conocía, (después del viaje, Barranca me pareció más bien templadito). Nos bajamos en el edificio donde está ubicada la organización encargada del encuentro (Asociación Campesina del valle del Río Cimitarra, ACVC). Subimos hasta el quinto piso en un ascensor que no tiene puertas automáticas y desde el cual se ve cómo cambian los pisos a medida que uno va subiendo –o bajando, según sea el caso-. Fuimos arrojados en un pasillo estrecho como de hospital y entramos en una habitación con pasadizos (jamás podría decir que eso era un apartamento). En el salón principal abundaban los morrales, ello hizo que la maleta que llevábamos dejara de parecerme exagerada. En cuanto la descargamos decidimos salir inmediatamente, pues supuestamente la UIS había sido invitada a dar un saludo de bienvenida. Sin embargo no fue así, lo que se hizo fue dar a conocer a los pocos medios que se encontraban allí los objetivos, la duración y la instalación oficial del evento.
Es curioso que para este tipo de procesos en los cuales se están cuestionando las políticas, -no sólo nacionales sino internacionales-, donde se pone en evidencia la realidad del grueso de la población y, sobre todo, donde se está proponiendo la posible real salida a los problemas por los que atravesamos; haya una precaria presencia de la prensa para informar al país, comparada con la que puede haber cada vez que una modelo se cambia de pantalones o se tiñe el pelo el galán de moda. En fin.
Nosotros no hablamos y el madrugón se quedó sin justificar, pero nos dieron una empanada deliciosa y yo me fui enterando de a qué diablos era que iba. De vuelta al edificio, nos fuimos caminando -así se conoce mejor una ciudad- dijeron por ahí. Nos quedamos en el Cristo Petrolero, yo sólo lo había visto por televisión. Nos tomamos la fotico y a esperar hasta el mediodía que salían las chalupas para Puerto Matilde.
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*Encuentro que se llevó a cabo en el año 2004, en el Valle del Río Cimitarra, Magdalena Medio-Colombia. Esta crónica está dedicada al compañero Mario, quien falleció durante el evento.
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